Los monjes komuso, era una facción religiosa de budismo zen, dentro del estilo rinzai donde el sonido se ejecutaba a través de la exalación del aire contenido en sus pulmones, justo al lado del corazón. este, impregnado del ánimo del ejecutante, podía verse cómo esta su sentido anímico, su espiritu, su CHI, según cómo conseguía hacer sonar aquella flauta, a la que le llamaban Shakuhachi.
El monje vivía de la mendicidad y se mantenía gracias a lo que le daba la gente tenendo en cuenta que en aquella época y en aquella región del mundo, un monje era un representante de lo más sagrado y elevado que se podía llegar por lo que siempre eran muy bien valorados.
Pasado el tiempo ostentaron tanto poder que llegaron a ser casi rivales directos d elos shogun y de los gobernantes por lo que el emperador decidió abolir la secta y diseminar a sus miembros. Siglos después, Siglo XX, el emperador nuevamente consideró que era un legado cultural del pueblo nipón y mandó recoger toda la documentación que quedará viva de ellos, así es como hoy hay un breve repertorio d eno más de 45 melodías que es lo que después de siglos abandonadas han resistido al paso del tiempo.
Shakuhachi hay quien lo ve como "flauta tradicional japonesa" y, si bien lo es en su forma exterior para el que lo ve es mucho más que todo eso, es una herramienta de introspección para aquel que se atreve a ejecutarla. Su práctica aporta una enseñanza para con nosotros mismos, una concentración amparada en la atención hacia el interior del tubo como lo hacemos hacia el interior peropio de cada cual. Así que si alguien se anima, es sin duda un instrumento de altísima precisión y qu enos lleva alos confines de la cultura japonesa de plena edad media, es altamente recomendable.
AVISO: el qu eempieza es difiicl dejarlo porque es algo mágico y alquímico lo qu eeste bello instrumento con tan poco puede hacer tanto. Un provebio japonés dice que hay que buscar "mínimo mecanismo máximo rendimiento", para eso shakuhachi es, sencillamente único.
Rafael Castro Martín

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